sábado, 31 de mayo de 2008

Poema 12


Se miran, se presienten, se desean, se acarician, se besan, se desnudan, se respiran, se acuestan, se olfatean, se penetran, se chupan, se demudan, se adormecen, se despiertan, se iluminan, se codician, se palpan, se fascinan, se mastican, se gustan, se babean, se confunden, se acoplan, se disgregan, se aletargan, fallecen, se reintegran, se distienden, se enarcan, se menean, se retuercen, se estiran, se caldean, se estrangulan, se aprietan se estremecen, se tantean, se juntan, desfallecen, se repelen, se enervan, se apetecen, se acometen, se enlazan, se entrechocan, se agazapan, se apresan, se dislocan, se perforan, se incrustan, se acribillan, se remachan, se injertan, se atornillan, se desmayan, reviven, resplandecen, se contemplan, se inflaman, se enloquecen, se derriten, se sueldan, se calcinan, se desgarran, se muerden, se asesinan, resucitan, se buscan, se refriegan, se rehuyen, se evaden, y se entregan.
Oliverio Girondo

Recorriéndote

Quiero morder tu carne, salada y fuerte, empezar por tus brazos hermosos como ramas de ceibo, seguir por ese pecho con el que sueñan mis sueños ese pecho-cueva donde se esconde mi cabeza hurgando la ternura, ese pecho que suena a tambores y vida continuada.
Quedarme allí un rato largo enredando mis manos en ese bosquecito de arbustos que te crece suave y negro bajo mi piel desnuda seguir después hacia tu ombligo hacia ese centro donde te empieza el cosquilleo, irte besando, mordiendo, hasta llegar allí a ese lugarcito -apretado y secreto- que se alegra ante mi presencia que se adelanta a recibirme y viene a mí en toda su dureza de macho enardecido.
Bajar luego a tus piernas firmes como tus convicciones guerrilleras, esas piernas donde tu estatura se asienta con las que vienes a mí con las que me sostienes, las que enredas en la noche entre las mías blandas y femeninas.
Besar tus pies, amor, que tanto tienen aun que recorrer sin mí y volver a escalarte hasta apretar tu boca con la mía, hasta llenarme toda de tu saliva y tu aliento hasta que entres en mí con la fuerza de la marea y me invadas con tu ir y venir de mar furioso y quedemos los dos tendidos y sudados en la arena de las sábanas.
Gioconda Belli

jueves, 29 de mayo de 2008

Seguramente así aman las diosas


Agua de luna, fresca, con puntos de plata. Sábana de encaje.

Sudario de luz. Lecho de nácar..

Dos mujeres. Dos. Cara a cara en este juego

irrepetible que es el amor. Fiebre de deseo, canción

de una voz. Saeta que se acerca, dulce rumor.

Dejo que la tarde te desnude, que consagre tu piel.

Tú, te ofreces como flor, como ola gigante.

¡Qué deseos de besarte!

Pero sólo te veo y te veo..... y no me atrevo a tocarte.

Tus aromas me envuelven. Te siento, amor, te siento.

Tienes fuego adentro. El tiempo no existe. Sólo esto.

Fusión de suspiros, tormenta de ecos. Qué embriaguez.

Qué júbilo. Un vuelo de tórtolas sobre tu cuerpo.

Nido de alondra tu nido. Tu gruta encarnada.

Ansias, tengo ansias de tu vientre, del coral entre tus muslos.

Te dibujo con los ojos con tu propio contorno. Te miro mil veces.

Vuelvo a mirarte y no me canso. Cuántas humedades nos recorren.

¡Ay sudor que nos brillas la carne!

El silencio, callado, nos escucha desearnos.

Desde tu orilla, llega tu aliento y me muerde, excitado.

La tarde se tiñe de savia, de pájaros-flores, de un olor a sándalo.

Tu sexo tierno me invita. Lo mismo tu pelo. Tus pezones me retan.

¡Cómo quisiera llenarme la boca con ellos!

Acércate, las velas de mi amor están dispuestas a

navegar hasta tu más profunda piel, para tocar tu esencia.

Ven, vamos a amarnos y amarnos y amarnos, y a no parar de amarnos.

Cómo brilla en las pupilas la ternura. Cómo tiemblan,

encabritadas, las espaldas. Cuanta plenitud en una simple mirada.


Por fin, rompes el espacio con tu mano, rozas mis labios con tus dedos.

Deshaces el hechizo de la bella durmiente.

El deseo se desboca en un columpio infinito.

Nuestras caricias desgranan la noche.

La penumbra es un chal que nos cubre los hombros.

Afuera, el viento vuela la historia.

Bajo las sábanas, amor que pertenece al Cosmos,

dos mujeres se aman con un lenguaje secreto, alejadas del mundo.

A pesar de todo.

Rosamaria Roffiel

miércoles, 28 de mayo de 2008

Ritual Secreto

Amante mío, estoy desnuda, más fresca que el agua azul para tu noche de amor.
Cada extremo de mi boca, cada esquina de mis miembros se apresuran como ágiles peces hacia tus tibias aguas.
Amante mío, yo deseo la mordedura de tus dientes y me encamino temblorosa hacia cada uno de tus dedos, me detengo a mirar tu cuerpo a través de oscura cerradura e incontenible deseo se posa en mis húmedos senos.
Por ti se escapa la sequedad de mi boca, mi mirada de brújula perdida en tus rincones, floto voluptuosa en tus profundas aguas y me abro como flor nocturna a tu plácida noche.
Mi cuerpo, fiesta fértil y lasciva.
Paséeme solitaria, desnuda ante tu noche, siémbrame semillas olorosas a sal.
Mírame desnuda con la hermosa sospecha que mi vientre será fértil a tu salada lluvia.
Mi caverna, tibia y silenciosa, guarida perfecta de tu solitario cuerpo, Mi boca es suave entre tus dientes, mi lengua, pájaro que anida en tu boca.
Por mi carne fluye sudor de hierro y me prendo como alga marina a tu confuso mar.
Soy la obra inconclusa con infinitas posibilidades para un final.
Me entrego fácil a tus brazos, con el misterioso encanto de un ritual.

Papam habemus:


Tutor de los perdones
distribuidor de penas
condona las condenas
condena los condones

Mario Benedetti

martes, 27 de mayo de 2008

Después de todo


Después de todo -pero después de todo- sólo se trata de acostarse juntos, se trata de la carne, de los cuerpos desnudos, lámpara de la muerte en el mundo.
Gloria degollada, sobreviviente del tiempo sordomudo, mezquina paga de los que mueren juntos.
A la miseria del placer, eternidad, condenaste la búsqueda, al injusto fracaso encadenaste sed, clavaste el corazón a un muro.
Se trata de mi cuerpo al que bendigo, contra el que lucho, el que ha de darme todo en un silencio robusto y el que se muere y mata a menudo.
Soledad, márcame con tu pie desnudo, aprieta mi corazón como las uvas y lléname la boca con su licor maduro.

Jaime Sabines

10 en conducta


La tarde se acaba
y nosotras,
una vez más,
como buenas amantes
se va
cada una
a su casa
Rosamaría Roffiel

Aquella tarde

No quise lavarme
ni peinarme mis cabellos
Me dejaste tan llena de tí
y ni siquiera llegamos a tocarnos
Rosamaria Roffiel

Reto


Hemos cumplido la sentencia por osar mirarnos desnudas al espejo. Corramos libres ahora
Rosamaría Roffiel



lunes, 26 de mayo de 2008

Gioconda


Rosa María Roffiel

Mi vulva es una flor, es una concha, un higo, un terciopelo está llena de aromas, sabores y rincones, es color de rosa, suave, íntima, carnosa.
A mis 12 años le broto pelusa, una nube de algodón entre mis muslos, siente, vibra, sangra, se enoja, se moja, palpita, me habla, guarda celosa entre sus pliegues el centro exacto de mi cosmos, luna diminuta que se inflama, ola que conduce a otro universo.
Cada 25 días se torna roja, estalla, grita, entonces, la aprieto con mis manos le digo palabras de amor en voz muy baja, es mi segunda boca, mis 4 labios.
Es traviesa, retoza, chorrea, me empapa, le gustan las lenguas que se creen mariposas los penes solidarios, la pulpa de ciruela femenina, o simplemente las caricias venidas de mi misma.
Es pantera, gacela, conejo, se ofrece coqueta si la miman, se cierra violenta si la ofenden.
Es mi cómplice, es mi amiga, una eterna sonrisa de mujer complacida.

El sexo de los ángeles

Una de la más lamentables carencia de información que han padecido los hombres y mujeres de todas las épocas se relaciona con el sexo de los ángeles. El dato nunca confirmado de que los ángeles no hacen el amor, quizás signifique que no lo hacen de la misma manera que los mortales. Otra versión, tampoco confirmada, pero más verosímil sugiere que, si bien los ángeles no hacen el amor con sus cuerpos por la mera razón que carecen de erotismo lo celebran, en cambio, con palabras, vale decir, con las orejas. Así, cada vez que Ángel y Ángela se encuentran en el cruce de dos transparencias, empiezan por mirarse, seducirse y sentarse mediante el intercambio de miradas, que, por supuesto, son angelicales. Y si Ángel para abrir el fuego dice “Semilla”, Ángela para atizarlo responde “Surco”. Él dice “Alud” y ella tiernamente “Abismo”. Las palabras se cruzan vertiginosas como meteoritos o acariciantes como copos, Ángel dice “Madero” y Ángela “Caverna”. Aletean por ahí un ángel de la guarda misógino y silente y un ángel de la muerte viudo y tenebroso. Pero el par amatorio no se interrumpe. Sigue silabeando su amor. El dice “Manantial” y ella “ Cuenca”. Las sílabas se impregnan de rocío y aquí y allá, entre cristales de nieve, circula en el aire, sus expectativas. Ángel dice “Estoqueo” y Ángela radiante, “Herida”, el dice “Tañido” y ella dice “Relato”. Y en el preciso instante del orgasmo intraterreno, los cirros y los cúmulos, los estratos y nimbos se estremecen, entremolan, estallan y el amor de los ángeles llueve copiosamente sobre el mundo.

Mario Benedetti

El beso